14 | Salmo de enero

Si miras al vacío, entre la niebla,
y la única guía para hacer camino es otra gente.
O no nieva, o nieva, o llueve
y no caminas, no puedes seguir adelante…
O el Sol te abrasa, tú desesperas,
pero hay hermanos que te siguen y comparten
la fatiga o tu alegría o las tristezas.

Si sales a la calle como un día cualquiera
y tu única ilusión para seguir es verla a ella.
Si compras flores para que alegren
la cara de tu madre, ajada, pero de sonrisa sincera;
o vives solo y ves el mundo por la ventana
o por la tele y disfrutas de la charla corta de la escalera.

Si te llena cada minuto con los amigos,
y con los niños, y con la gente;
si compras el pan enfrente y saludas al tendero,
hablas del tiempo, te das la vuelta, sonríes luego,
y vas a casa y piensas: qué suerte tengo.

Si vives en tu pueblo, o en tu aldea,
y te conocen y les conoces,
y les ayudas a sembrar eras, o a quitar nieve,
o a hacer la cena…

Si descubres todo esto, has descubierto,
hermano mío, la única vocación cierta:

Dios te espera en la acera de enfrente,
en el abrazo, en la sonrisa sincera,
en el juego del niño, en el vecino que habla
y no te deja echar la siesta,
en el amigo, en quien tú amas, en quien te ama,
en el hermano, en la familia, en el barbero
o en el guardia de quien te acuerdas
cuando quitas el papel rosa que te ha dejado en la furgoneta.

Dios te espera en el otro, porque la vocación es esa,
que Dios nos llama a no estar solos,
a vivir juntos y reír y llorar con el otro,
y vivirle y sentirle, y juntos llevar Su luz.
Que Dios nos llama, seas gran río o gota quieta,
a no salvarnos solos, a amar al otro, a tender puentes
y manos, a ensanchar el corazón,
a amar sin tregua…

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